Presidente
del Comité Directivo Estatal del
Partido
Revolucionario Institucional en Jalisco
Ciudadanos Militantes del Partido
Revolucionario Institucional:
Con sentimientos encontrados me
dirijo a ustedes para expresarles los motivos por los que hoy tomo una
irreversible decisión.
He
militado en el Partido Revolucionario Institucional desde los 17 años. Comencé
mi participación política en las elecciones locales de 1988. Mi primera tarea
fue repartir propaganda en los cruces de avenida Federalismo y avenida Ávila
Camacho. Éramos un grupo de jóvenes que nos acercamos al Comité del 8vo
distrito; la propaganda que repartíamos fue para apoyar la campaña a presidente
municipal de Don Gabriel Covarrubias Ibarra, por el cual, tanto ayer como hoy,
refrendo admiración y respeto.
En ese
tiempo realicé diversas tareas en los grupos juveniles del partido. Un año
después (1989) laboré en un despacho jurídico; fue cuando recibí una invitación
para colaborar en el Comité Estatal. Dejé el despacho por la mitad de la paga
que se me ofrecía en un empleo aparentemente formal. Resultó que, a pesar de
estar en la nómina, nunca cobré: alguien, probablemente algún directivo, se
quedaba con los sueldos de varios jóvenes que entonces laborábamos en la
secretaría de organización. Pero eso no me importaba. Mi familia visualizaba
mejores expectativas en mí, pero yo era feliz de cumplir mi función partidista.
Recorría junto a un gran amigo y jefe, todos los municipios del Estado; a los
20 de edad, conocí 118 municipios, a sus presidentes municipales, presidentes
de comités municipales, líderes agrarios, mujeres, maestros comprometidos, y a
los jóvenes a los que escasamente se les abrían los espacios.
En 1991,
llegué al comité municipal del PRI Guadalajara. Ahí, trabajé con líderes con
mucha mística partidista que generosamente me abrieron las puertas. Empecé
sacando copias en la secretaría de prensa; combinaba mi trabajo con mis
estudios de derecho en la Universidad de Guadalajara; fui reportero interno en
la campaña de 1991-1992, después secretario de prensa y posteriormente
secretario de particular del presidente del comité municipal. En esa campaña
conocí todo Guadalajara: recuerdo que de Cantarranas a la colonia Benito
Juárez, no había un centímetro de pavimento, ni en el sur, ni en el norte de la
ciudad. Pero ahí estaban los presidentes seccionales siempre fieles y
constantes luchando por llevar el bienestar a su colonia. Recuerdo con gran
cariño que conocí más de ellos gracias a la Federación de Colonias Populares.
Por esa
época quise ser dirigente juvenil, pero la designación recayó en el hijo del
gobernador, ahora un estimado amigo. No obstante, el dirigente de los jóvenes
me abrió los espacios para participar en una cartera de la organización juvenil
estatal. Por ese tiempo, inició la campaña de 1994. Conocí a Luis Donaldo
Colosio en su visita a la colonia Insurgentes y en el evento del auditorio
Benito Juárez; me impresionó que fuera un tipo tan genuino.
Estuve
presente cuando Colosio pronunció su memorable discurso en el Monumento a la
Revolución el 6 de marzo de ese año; con todo el idealismo que puede albergar
un joven, sus palabras me emocionaron profundamente, él veía el México que yo
encontré como reportero interno del PRI Guadalajara y como empleado sin sueldo
del PRI Estatal al recorrer los municipios de Jalisco. El día que lo
asesinaron, me encontraba en mi escritorio de secretario particular del PRI
Guadalajara; al enterarme de la tragedia, le avisé a mi jefe y recuerdo su
reacción agresiva hacía mí, por creer que le hacía una mala broma.
Esa
muerte devino en una significativa expresión respecto a cómo funcionaba el
sistema; luego, la muerte de un talento político sobresaliente del partido:
José Francisco Ruíz Massieu.
En 1995,
fui secretario particular del candidato a la presidencia municipal y, a
propuesta de la organización juvenil, candidato a diputado plurinominal en el
lugar más modesto de la lista: el último. No cabía de orgullo; cuando voté, me
encerré en la mampara y veía la boleta al revés y al derecho.
Sin
embargo, el PRI, mi partido, perdió, perdimos; sobra decir que a la lógica de
los efectos políticos del llamado “error de diciembre”, se sumaron
circunstancias muy raras; todavía recuerdo una reunión a la que acudió el
entonces secretario general del PRI (ahora dirigente nacional) allá por
diciembre de 1994, para decirle a los candidatos que ya no hicieran nada ¡a
pesar de que la elección era hasta febrero del siguiente año!
¿Qué debía hacer yo para enfrentar
el futuro y servir a mi Estado? Prepararme. Después de una corta participación
en la Cámara de Diputados y en el Comité Ejecutivo Nacional, como asistente de
un funcionario y maestro que me privilegió con esas oportunidades, decidí
cursar mis estudios de maestría, lo cual logré con una beca-préstamo y otra de
manutención por parte del CONACYT; era la época de la crisis de 1995. Mi
familia, como la mayoría, atravesaba una situación difícil; vendí mi coche y
con eso pude salir adelante un tiempo. Compartí departamento con otros jóvenes
jaliscienses que estudiaban en el DF, también compartimos carencias: jamás
olvidaré un día que no tuvimos ni para comer. Recuerdo con orgullo esa etapa,
porque, a pesar de los obstáculos, salimos adelante.
Dos años
después, en 1997, regresé a Jalisco por invitación de quien fue mi maestro y
profesor de derecho constitucional. Trabajé sin tregua, sin horario, puse al
servicio del PRI todos mis conocimientos, todas mis capacidades, toda mi
energía y mi tiempo. Lo hice igual como coordinador de los asesores del Grupo
Parlamentario en la LV Legislatura.
En 1999,
con apoyo de un ex compañero de maestría, inicié un grupo juvenil para
respaldar en el competido proceso interno y luego en la elección presidencial a
nuestro candidato, quien posteriormente me propuso para ser candidato a
diputado federal, pero el comité estatal se opuso. Fui candidato suplente por
otro distrito. Perdimos la presidencia, perdimos todos, la gente quería un
cambio. Recuerdo los sentimientos encontrados por un lado la tristeza de la derrota,
pero por otro la fuerte intuición me decía que el PRI no podía seguir con
viejas prácticas, con imposiciones y con liderazgos caducos, era el momento de
los jóvenes.
Creé la
corriente Gente limpia; la denominación agravió a quienes representaban
lo peor del partido, los que se habían enriquecido corruptamente y que estaban
dispuestos a seguir haciéndolo. A pesar de la oposición de los dirigentes del
partido y del candidato a gobernador, gané el proceso interno y fui postulado
candidato a diputado local. El partido me apoyó con 5 mil pesos, hice la
campaña más franciscana que ha llevado a alguien al congreso local; gasté con
eficiencia y pulcritud 110 mil pesos provenientes de ahorros personales y
familiares, así como de modestas aportaciones de amigos y parientes. Más de una
vez paré actividades por el dilema de comer o ponerle gasolina al coche.
Llegué al
congreso local en 2001 gracias al apoyo de los presidentes seccionales, a los
cuales llevo y siempre llevaré en mi corazón. Pero también hubo un mal sabor de
boca: a pesar de que sin duda, nuestro candidato a gobernador ganó en el 2000,
su derrota fue negociada y la cúpula nacional del PRI lo entregó como regalo de
bienvenida a Fox. El lo sabe, todos lo sabemos.
Mi
desempeño como diputado local en la LVI Legislatura fue con ímpetu y vigor, y
me preocupé por dejar un expediente de trabajo, responsabilidad y compromiso
social. Sin embargo, muchas veces tuve la decepción de sufrir ante mis ojos
descaradas complicidades entre el PRI y el PAN, sobre todo en dos sentidos:
limpiar cuentas públicas lo cual en su momento denuncié y cerrar la
participación a los ciudadanos.
Aproveché
la circunstancia y busqué ser presidente del PRI Guadalajara. El partido se
unió en dos bloques para impedir mi triunfo, las bases me sacaron adelante y
resulté electo por votación abierta a los 30 años de edad. Renové los órganos
de dirección, incluí por primera vez el 50% de mujeres, pero también el 50% de
menores de 35 años, y abrí la puerta a los ciudadanos para sustituir las estructuras
que provenían de sindicatos. Los presidentes seccionales nunca tuvieron tanta
influencia real, nunca tuvieron una participación tan libre como en ese
periodo. Con orgullo puedo decir que varias veces derrotaron propuestas que les
parecieron inadecuadas al interior del Consejo Político Municipal.
Como
presidente del PRI Guadalajara, promoví la elección abierta de candidatos a
diputados locales y federales, la cual no tuvo precedente: Los militantes
eligieron libremente a sus candidatos y por primera vez, desde 1992, celebramos
triunfos. Muchos ciudadanos y actuales dirigentes de base llegaron al partido
en esa época.
El apoyo
de las bases y los antecedentes de mi trabajo me permitieron ser candidato a
regidor, con el favor del candidato a gobernador y del propio a alcalde, así
debía ser ante el caduco sistema de planillas. Mi función principal en el
Ayuntamiento de Guadalajara durante la administración 2007-2009 fue en dos
sentidos: velar por la seguridad de los tapatíos y la otra tratar de amarrarle las
manos a los panistas que tuvieron la cínica audacia de robarse la reserva
territorial más grande de los tapatíos. Para cumplir con mi partido y su
militancia lleve hasta las últimas consecuencias mi tarea, muchas veces
socavada por las complicidades que se daban entre algunos compañeros de partido
con las autoridades panistas.
Tal como
me lo dijo el entonces dirigente municipal del partido y el entonces delegado
del comité nacional, en función a mi desempeño, me propusieron para abanderar
al partido para la diputación en el distrito 11 federal. Tuve todo el apoyo de
los tres niveles de dirigencia, y logré una votación sin precedente en 18 años,
me entregue totalmente a la campaña, recibí la propuesta de ser candidato con
una encuesta que me ponía 7 puntos abajo, pero era la hora de dar la cara por
el partido que en ese momento estaba decidido a ganar y que hacía un trabajo
transparente y comprometido, el pueblo respondió y me llevó al congreso de la
Unión. Agrego que nadie, absolutamente nadie, cuestionó mi postulación.
Llegué a
la Cámara de Diputados y ahí recibí nuevas lecciones. La más cruda, al votar en
conciencia en contra del incremento de impuestos particularmente del IVA en el
paquete fiscal de 2010, contra la instrucción de la dirigencia nacional del
partido de votar a favor, aunque posteriormente se retractó. Eso me pareció una
traición no sólo a los militantes, sino a la Patria misma. Esa decisión me
marginó en el Grupo Parlamentario, pero me ha permitido andar con la frente en
alto. Después, lo que he vivido es una continuidad de componendas a espaldas
del pueblo de México de las cúpulas del partido con el PAN y con el Gobierno de
Calderón: la entrega del petróleo, la protección al monopolio de las
telecomunicaciones, la preservación de privilegios para unos cuantos en el
sistema educativo, y la indolencia ante los rezagos sociales.
Como es
del conocimiento público, aspiré a la candidatura del partido a la presidencia
municipal de Guadalajara. Lo hice abiertamente, con trabajo, con cercanía a la
militancia, con un proyecto de ciudad incluyente. Lo hice pensando en ser un
punto de equilibrio entre lo que recientemente ha demostrado ser el PRI y mi
ideal de lo que podía ser basado en mis principios, mi experiencia y mis
capacidades, en mi vida pública y privada sin cuestionamientos. Busqué cumplir
todos los requisitos del proceso, pero no hubo tal, sólo la noticia a mi
persona, en nombre de quienes tienen negociado al PRI de Jalisco, de que no
tenía el perfil (en días posteriores se han equivocado dos veces al respecto).
Me propusieron que al día siguiente anunciara públicamente que sería postulado
como candidato a diputado local; eso me pareció indigno, me pareció un engaño a
quienes creyeron en mí, rechacé esa propuesta espuria y reconocí en esa acción
la primera señal de que mi ciclo en el PRI estaba agotado, que quienes mandan
ahí ven a la gente como mercancía. Rechacé, por supuesto, dicha oferta. Estoy
convencido que hice lo correcto, lo que va con mis principios.
En el PRI
tuve grandes maestros y grandes compañeros, así como grandes oportunidades y
experiencias; mucho que agradecer. El PRI fue el instituto político más
importante e influyente de la posrevolución en el siglo XX, que dio grandes
aportes al país y gobiernos inigualables como el del general Lázaro Cárdenas.
Pero hoy, el PRI se encuentra sumido en una profunda crisis.
El PRI ha
sido desnaturalizado en su esencia de institución de interés público financiada
con recursos del Pueblo de México. Aunque debiera ser un instrumento para
servir a México y a Jalisco, hoy se ha convertido en un instrumento al servicio
de unos cuantos. Por esto, es mi convicción que el PRI vive su etapa terminal,
y en Jalisco, las cúpulas que lo han secuestrado y convertido en propiedad
particular, pasando por encima de los anhelos de cuadros y militantes, también
lo han aniquilado, lo tienen con vida vegetal y con respiración artificial.
Para los dirigentes nacionales, en las últimas décadas, sólo hemos sido carta
de negociación. Hoy, tristemente, en el PRI de Jalisco se ha entronizado la
corrupción, la frivolidad, los vínculos oscuros y el desprecio a la ciudadanía.
Considero
dañino aportar a lo que se ha convertido en una institución secuestrada; por
ello, presento formalmente la renuncia a mi militancia a este partido,
pero más que al instituto, renuncio a todas esas prácticas y a todos esos grupo
de interés de los que me puedo preciar, jamás pertenecí. Jamás hice política de
rodillas o de espalda al pueblo o a la militancia y siempre asumí las
consecuencias de ello; jamás la haré. Es tiempo de iniciar algo nuevo, de
cambiar la historia de Jalisco y eso se hace luchando por los principios,
porque haciendo así jamás tendré algo que perder.
Igualmente solicito se borre mi
nombre de todos los órganos de dirección y registros a los que pertenezco.
Sin otro particular, agradezco la
atención a la presente.