27 de marzo de 2012


Lic. Rafael González Pimienta
Presidente del Comité Directivo Estatal del
Partido Revolucionario Institucional en Jalisco

Ciudadanos Militantes del Partido Revolucionario Institucional:

Con sentimientos encontrados me dirijo a ustedes para expresarles los motivos por los que hoy tomo una irreversible decisión.

He militado en el Partido Revolucionario Institucional desde los 17 años. Comencé mi participación política en las elecciones locales de 1988. Mi primera tarea fue repartir propaganda en los cruces de avenida Federalismo y avenida Ávila Camacho. Éramos un grupo de jóvenes que nos acercamos al Comité del 8vo distrito; la propaganda que repartíamos fue para apoyar la campaña a presidente municipal de Don Gabriel Covarrubias Ibarra, por el cual, tanto ayer como hoy, refrendo admiración y respeto.

En ese tiempo realicé diversas tareas en los grupos juveniles del partido. Un año después (1989) laboré en un despacho jurídico; fue cuando recibí una invitación para colaborar en el Comité Estatal. Dejé el despacho por la mitad de la paga que se me ofrecía en un empleo aparentemente formal. Resultó que, a pesar de estar en la nómina, nunca cobré: alguien, probablemente algún directivo, se quedaba con los sueldos de varios jóvenes que entonces laborábamos en la secretaría de organización. Pero eso no me importaba. Mi familia visualizaba mejores expectativas en mí, pero yo era feliz de cumplir mi función partidista. Recorría junto a un gran amigo y jefe, todos los municipios del Estado; a los 20 de edad, conocí 118 municipios, a sus presidentes municipales, presidentes de comités municipales, líderes agrarios, mujeres, maestros comprometidos, y a los jóvenes a los que escasamente se les abrían los espacios.

En 1991, llegué al comité municipal del PRI Guadalajara. Ahí, trabajé con líderes con mucha mística partidista que generosamente me abrieron las puertas. Empecé sacando copias en la secretaría de prensa; combinaba mi trabajo con mis estudios de derecho en la Universidad de Guadalajara; fui reportero interno en la campaña de 1991-1992, después secretario de prensa y posteriormente secretario de particular del presidente del comité municipal. En esa campaña conocí todo Guadalajara: recuerdo que de Cantarranas a la colonia Benito Juárez, no había un centímetro de pavimento, ni en el sur, ni en el norte de la ciudad. Pero ahí estaban los presidentes seccionales siempre fieles y constantes luchando por llevar el bienestar a su colonia. Recuerdo con gran cariño que conocí más de ellos gracias a la Federación de Colonias Populares.

Por esa época quise ser dirigente juvenil, pero la designación recayó en el hijo del gobernador, ahora un estimado amigo. No obstante, el dirigente de los jóvenes me abrió los espacios para participar en una cartera de la organización juvenil estatal. Por ese tiempo, inició la campaña de 1994. Conocí a Luis Donaldo Colosio en su visita a la colonia Insurgentes y en el evento del auditorio Benito Juárez; me impresionó que fuera un tipo tan genuino.

Estuve presente cuando Colosio pronunció su memorable discurso en el Monumento a la Revolución el 6 de marzo de ese año; con todo el idealismo que puede albergar un joven, sus palabras me emocionaron profundamente, él veía el México que yo encontré como reportero interno del PRI Guadalajara y como empleado sin sueldo del PRI Estatal al recorrer los municipios de Jalisco. El día que lo asesinaron, me encontraba en mi escritorio de secretario particular del PRI Guadalajara; al enterarme de la tragedia, le avisé a mi jefe y recuerdo su reacción agresiva hacía mí, por creer que le hacía una mala broma.

Esa muerte devino en una significativa expresión respecto a cómo funcionaba el sistema; luego, la muerte de un talento político sobresaliente del partido: José Francisco Ruíz Massieu.
En 1995, fui secretario particular del candidato a la presidencia municipal y, a propuesta de la organización juvenil, candidato a diputado plurinominal en el lugar más modesto de la lista: el último. No cabía de orgullo; cuando voté, me encerré en la mampara y veía la boleta al revés y al derecho.

Sin embargo, el PRI, mi partido, perdió, perdimos; sobra decir que a la lógica de los efectos políticos del llamado “error de diciembre”, se sumaron circunstancias muy raras; todavía recuerdo una reunión a la que acudió el entonces secretario general del PRI (ahora dirigente nacional) allá por diciembre de 1994, para decirle a los candidatos que ya no hicieran nada ¡a pesar de que la elección era hasta febrero del siguiente año!

¿Qué debía hacer yo para enfrentar el futuro y servir a mi Estado? Prepararme. Después de una corta participación en la Cámara de Diputados y en el Comité Ejecutivo Nacional, como asistente de un funcionario y maestro que me privilegió con esas oportunidades, decidí cursar mis estudios de maestría, lo cual logré con una beca-préstamo y otra de manutención por parte del CONACYT; era la época de la crisis de 1995. Mi familia, como la mayoría, atravesaba una situación difícil; vendí mi coche y con eso pude salir adelante un tiempo. Compartí departamento con otros jóvenes jaliscienses que estudiaban en el DF, también compartimos carencias: jamás olvidaré un día que no tuvimos ni para comer. Recuerdo con orgullo esa etapa, porque, a pesar de los obstáculos, salimos adelante.

Dos años después, en 1997, regresé a Jalisco por invitación de quien fue mi maestro y profesor de derecho constitucional. Trabajé sin tregua, sin horario, puse al servicio del PRI todos mis conocimientos, todas mis capacidades, toda mi energía y mi tiempo. Lo hice igual como coordinador de los asesores del Grupo Parlamentario en la LV Legislatura.

En 1999, con apoyo de un ex compañero de maestría, inicié un grupo juvenil para respaldar en el competido proceso interno y luego en la elección presidencial a nuestro candidato, quien posteriormente me propuso para ser candidato a diputado federal, pero el comité estatal se opuso. Fui candidato suplente por otro distrito. Perdimos la presidencia, perdimos todos, la gente quería un cambio. Recuerdo los sentimientos encontrados por un lado la tristeza de la derrota, pero por otro la fuerte intuición me decía que el PRI no podía seguir con viejas prácticas, con imposiciones y con liderazgos caducos, era el momento de los jóvenes.

Creé la corriente Gente limpia; la denominación agravió a quienes representaban lo peor del partido, los que se habían enriquecido corruptamente y que estaban dispuestos a seguir haciéndolo. A pesar de la oposición de los dirigentes del partido y del candidato a gobernador, gané el proceso interno y fui postulado candidato a diputado local. El partido me apoyó con 5 mil pesos, hice la campaña más franciscana que ha llevado a alguien al congreso local; gasté con eficiencia y pulcritud 110 mil pesos provenientes de ahorros personales y familiares, así como de modestas aportaciones de amigos y parientes. Más de una vez paré actividades por el dilema de comer o ponerle gasolina al coche.

Llegué al congreso local en 2001 gracias al apoyo de los presidentes seccionales, a los cuales llevo y siempre llevaré en mi corazón. Pero también hubo un mal sabor de boca: a pesar de que sin duda, nuestro candidato a gobernador ganó en el 2000, su derrota fue negociada y la cúpula nacional del PRI lo entregó como regalo de bienvenida a Fox. El lo sabe, todos lo sabemos.

Mi desempeño como diputado local en la LVI Legislatura fue con ímpetu y vigor, y me preocupé por dejar un expediente de trabajo, responsabilidad y compromiso social. Sin embargo, muchas veces tuve la decepción de sufrir ante mis ojos descaradas complicidades entre el PRI y el PAN, sobre todo en dos sentidos: limpiar cuentas públicas lo cual en su momento denuncié y cerrar la participación a los ciudadanos.

Aproveché la circunstancia y busqué ser presidente del PRI Guadalajara. El partido se unió en dos bloques para impedir mi triunfo, las bases me sacaron adelante y resulté electo por votación abierta a los 30 años de edad. Renové los órganos de dirección, incluí por primera vez el 50% de mujeres, pero también el 50% de menores de 35 años, y abrí la puerta a los ciudadanos para sustituir las estructuras que provenían de sindicatos. Los presidentes seccionales nunca tuvieron tanta influencia real, nunca tuvieron una participación tan libre como en ese periodo. Con orgullo puedo decir que varias veces derrotaron propuestas que les parecieron inadecuadas al interior del Consejo Político Municipal.

Como presidente del PRI Guadalajara, promoví la elección abierta de candidatos a diputados locales y federales, la cual no tuvo precedente: Los militantes eligieron libremente a sus candidatos y por primera vez, desde 1992, celebramos triunfos. Muchos ciudadanos y actuales dirigentes de base llegaron al partido en esa época.

El apoyo de las bases y los antecedentes de mi trabajo me permitieron ser candidato a regidor, con el favor del candidato a gobernador y del propio a alcalde, así debía ser ante el caduco sistema de planillas. Mi función principal en el Ayuntamiento de Guadalajara durante la administración 2007-2009 fue en dos sentidos: velar por la seguridad de los tapatíos y la otra tratar de amarrarle las manos a los panistas que tuvieron la cínica audacia de robarse la reserva territorial más grande de los tapatíos. Para cumplir con mi partido y su militancia lleve hasta las últimas consecuencias mi tarea, muchas veces socavada por las complicidades que se daban entre algunos compañeros de partido con las autoridades panistas.

Tal como me lo dijo el entonces dirigente municipal del partido y el entonces delegado del comité nacional, en función a mi desempeño, me propusieron para abanderar al partido para la diputación en el distrito 11 federal. Tuve todo el apoyo de los tres niveles de dirigencia, y logré una votación sin precedente en 18 años, me entregue totalmente a la campaña, recibí la propuesta de ser candidato con una encuesta que me ponía 7 puntos abajo, pero era la hora de dar la cara por el partido que en ese momento estaba decidido a ganar y que hacía un trabajo transparente y comprometido, el pueblo respondió y me llevó al congreso de la Unión. Agrego que nadie, absolutamente nadie, cuestionó mi postulación.

Llegué a la Cámara de Diputados y ahí recibí nuevas lecciones. La más cruda, al votar en conciencia en contra del incremento de impuestos particularmente del IVA en el paquete fiscal de 2010, contra la instrucción de la dirigencia nacional del partido de votar a favor, aunque posteriormente se retractó. Eso me pareció una traición no sólo a los militantes, sino a la Patria misma. Esa decisión me marginó en el Grupo Parlamentario, pero me ha permitido andar con la frente en alto. Después, lo que he vivido es una continuidad de componendas a espaldas del pueblo de México de las cúpulas del partido con el PAN y con el Gobierno de Calderón: la entrega del petróleo, la protección al monopolio de las telecomunicaciones, la preservación de privilegios para unos cuantos en el sistema educativo, y la indolencia ante los rezagos sociales.

Como es del conocimiento público, aspiré a la candidatura del partido a la presidencia municipal de Guadalajara. Lo hice abiertamente, con trabajo, con cercanía a la militancia, con un proyecto de ciudad incluyente. Lo hice pensando en ser un punto de equilibrio entre lo que recientemente ha demostrado ser el PRI y mi ideal de lo que podía ser basado en mis principios, mi experiencia y mis capacidades, en mi vida pública y privada sin cuestionamientos. Busqué cumplir todos los requisitos del proceso, pero no hubo tal, sólo la noticia a mi persona, en nombre de quienes tienen negociado al PRI de Jalisco, de que no tenía el perfil (en días posteriores se han equivocado dos veces al respecto). Me propusieron que al día siguiente anunciara públicamente que sería postulado como candidato a diputado local; eso me pareció indigno, me pareció un engaño a quienes creyeron en mí, rechacé esa propuesta espuria y reconocí en esa acción la primera señal de que mi ciclo en el PRI estaba agotado, que quienes mandan ahí ven a la gente como mercancía. Rechacé, por supuesto, dicha oferta. Estoy convencido que hice lo correcto, lo que va con mis principios.

En el PRI tuve grandes maestros y grandes compañeros, así como grandes oportunidades y experiencias; mucho que agradecer. El PRI fue el instituto político más importante e influyente de la posrevolución en el siglo XX, que dio grandes aportes al país y gobiernos inigualables como el del general Lázaro Cárdenas. Pero hoy, el PRI se encuentra sumido en una profunda crisis.

El PRI ha sido desnaturalizado en su esencia de institución de interés público financiada con recursos del Pueblo de México. Aunque debiera ser un instrumento para servir a México y a Jalisco, hoy se ha convertido en un instrumento al servicio de unos cuantos. Por esto, es mi convicción que el PRI vive su etapa terminal, y en Jalisco, las cúpulas que lo han secuestrado y convertido en propiedad particular, pasando por encima de los anhelos de cuadros y militantes, también lo han aniquilado, lo tienen con vida vegetal y con respiración artificial. Para los dirigentes nacionales, en las últimas décadas, sólo hemos sido carta de negociación. Hoy, tristemente, en el PRI de Jalisco se ha entronizado la corrupción, la frivolidad, los vínculos oscuros y el desprecio a la ciudadanía.

Considero dañino aportar a lo que se ha convertido en una institución secuestrada; por ello, presento formalmente la renuncia a mi militancia a este partido, pero más que al instituto, renuncio a todas esas prácticas y a todos esos grupo de interés de los que me puedo preciar, jamás pertenecí. Jamás hice política de rodillas o de espalda al pueblo o a la militancia y siempre asumí las consecuencias de ello; jamás la haré. Es tiempo de iniciar algo nuevo, de cambiar la historia de Jalisco y eso se hace luchando por los principios, porque haciendo así jamás tendré algo que perder.

Igualmente solicito se borre mi nombre de todos los órganos de dirección y registros a los que pertenezco.

Sin otro particular, agradezco la atención a la presente.